Síntoma 13 de la Mujer que Ama Demasiado:
«Al verse atraída hacia personas que tienen problemas por resolver, o involucrada en situaciones que son caóticas, inciertas y emocionalmente dolorosas, usted evita concentrarse en su responsabilidad para consigo misma.»
Yo también se lo que es amar demasiado
La mayor parte de mi vida he sido una mujer que ama demasiado, evitando concentrarme en mi responsabilidad para conmigo misma y descuidando, así, mi salud física y emocional.
Con mi capa de “salvadora” y mi predisposición a ser útil, me he visto atraída hacia personas con problemas por resolver, involucrada en situaciones caóticas, inciertas y emocionalmente dolorosas, y nunca he considerado mis propios problemas “tan graves”.
Sin duda, mi naturaleza de mujer me ha dotado de una sentida facilidad para mostrar compasión y comprensión hacia la vida de otros. La ironía es que mujeres como yo permanecemos, o hemos permanecido, totalmente ciegas al dolor en nuestra propia vida, mientras nos responsabilizábamos de la vida de los demás.
No me refiero a que hemos permanecido ciegas a los problemas en nuestras relaciones. No, pues yo he sido muy consciente de que la mayor parte de mis relaciones han estado marcadas por el dolor, el sufrimiento, la confusión, el enfado, la impotencia, la decepción, la esperanza, nuevas oportunidades, nuevas lágrimas…
Siempre una explosión de sentimientos a los cuales nunca presté ni el cuidado ni la atención que merecían. De hecho, siempre pensé que dejaría de sentirme así de mal cuando consiguiera “arreglar” a mi hombre.
Pero nunca escuché con atención a aquella reprimida mujer que había dentro de mí. Nunca le pregunté cómo se sentía y si ese era el camino que realmente quería seguir. Sabía ser compasiva y comprensiva con la vida de los demás pero nunca se me ocurrió serlo conmigo misma, de hecho, jamás me planteé que eso también fuera responsabilidad mía.
Hablo en tercera persona porque siento que esa mujer ya pasó a la historia. Mucho ha pasado en mi vida desde entonces…
El primer descubrimiento ha sido entender que lo que yo siento sí importa. Desde ese momento han aflorado en mi un sin fin de emociones hacia mí misma, evolucionando desde pena, rabia, desprecio…a compasión, amor y cariño.
Hoy por hoy, no entiendo cómo pude estar tan ciega con lo que veía en mi interior y tan sorda con lo que mi interior gritaba. Pero sin duda, eso ahora ya no importa. He aprendido a actuar en consecuencia del respeto y la escucha que me debo.
Hoy, no dudo al decir que soy responsable de mi sonrisa y mis lágrimas como reflejo de la felicidad y paz que habitan en mi conciencia y en mi corazón, pues no buscan apoyarse en nadie, surgen de lo más profundo de una mujer que, lejos de ser víctima, hoy, por fin, recuerda y sabe lo que es ser bella.
Anónimo
(Asociación MAQAD) Ibiza, OCTUBRE 2009